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La fugaz levedad del ser: sobre el dejarse ir y la libertad en el arte.

Técnica

Pintura, Acrílico sobre lienzo, Técnica del autor, Expresionista abstracto.

Fecha

2012-2025

El arte, en su esencia más profunda, oscila a menudo entre el peso de la existencia y el deseo de trascendencia, entre la concreción de la forma y la transitoriedad de las ideas. En este espectro, la práctica del dejarse llevar y la búsqueda de la ligereza adquiere un valor particular, tanto en el proceso creativo como en la recepción de la obra. Esta liberación del control excesivo, del apego a las expectativas y de la carga de las convenciones impuestas, abre espacio para la espontaneidad, la intuición y una libertad sutil que puede hablarnos con un poder extraordinario.

Dejarse llevar en un contexto creativo puede manifestarse de muchas maneras. Para un artista, puede significar abandonar planes rígidos y permitir que el material, la herramienta o el azar co-creen la obra. Es la confianza en el proceso, en los resultados impredecibles de un experimento que pueden conducir a descubrimientos y soluciones que no podrían haber sido planeados. Pensemos en la improvisación en la música jazz, donde un músico abandona los patrones establecidos y se entrega al momento, creando una melodía única e irrepetible. De la misma manera, en la pintura abstracta, el gesto y el movimiento espontáneo del pincel pueden llegar a ser más importantes que la representación precisa de la realidad.

La ligereza en el arte no tiene por qué significar falta de profundidad o superficialidad. Por el contrario, puede ser una expresión de maestría en el uso de la forma y el contenido, lograda eliminando elementos innecesarios y centrándose en la esencia. La ligereza puede manifestarse en la delicadeza de las líneas del dibujo, en la transparencia de las capas de pintura, en la ligereza de una forma escultórica o en la sutileza de los sonidos de una composición musical. Es la capacidad de transmitir ideas complejas de una manera clara y discreta, permitiendo al receptor interpretar libremente y experimentar personalmente la obra.

Hay muchos ejemplos de abandono y ligereza en el arte. El arte zen, con sus pinceladas minimalistas y su deseo de capturar el momento fugaz, es un ejemplo perfecto de esta filosofía. Las esculturas de Alexander Calder, estructuras móviles suspendidas en el espacio, parecen desafiar la gravedad, emanando ligereza y movimiento constante, sujetas a sutiles ráfagas de aire. En la literatura, la poesía haiku, con su forma concisa y sugestiva, es capaz de transmitir emociones e imágenes profundas en pocas palabras, logrando una extraordinaria ligereza de comunicación.

Recibir una obra de arte también puede ser un acto de dejar ir. Al permitirnos interpretar libremente, sin imponer patrones de pensamiento y expectativas preestablecidos, nos abrimos a la riqueza de significados y emociones que una obra de arte puede evocar en nosotros. La ligereza en la recepción significa no dejarse abrumar por un análisis excesivo, sino permitirse una experiencia estética intuitiva. Es una aceptación de la ambigüedad y la subestimación, que a menudo constituyen el poder y la poesía de una obra de arte.

Sin embargo, lograr verdadera ligereza y abandono en el arte no siempre es fácil. Se requiere que el artista sea lo suficientemente valiente para confiar en su intuición y renunciar al control, y que el receptor esté abierto y preparado para interpretaciones no obvias. En un mundo que a menudo valora la precisión, la eficiencia y la especificidad, el arte que nos recuerda el valor de la transitoriedad, la libertad y el dejarse llevar se convierte en un valioso recordatorio de otro lado igualmente importante de nuestra existencia.

En conclusión, el desprendimiento y la ligereza en el arte no son signo de falta de compromiso o superficialidad. Más bien, son una expresión de profunda sabiduría creativa y receptiva, basada en la confianza en el proceso, la eliminación de cargas innecesarias y la apertura a la libertad sutil. En este espacio fugaz, libre de controles y expectativas excesivas, el arte puede florecer en su forma más pura y conmovedora, tocándonos con la ligereza de una mariposa y dejando una marca duradera en nuestra conciencia.

Imagen acogedora

Los cuadros son una excelente manera de darle a tu dormitorio un ambiente acogedor. Gracias a esto, podrás introducir tu estilo personal en el interior y crear un ambiente propicio para la relajación. Una bolsa de motivos, colores y marcos apropiados puede hacer que un espacio sea más acogedor y que invite a relajarse. Ya sea que elijas paisajes discretos o abstracciones atrevidas, las pinturas seguramente animarán tu dormitorio.

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Relajación y deleite

Crear arte es un proceso que requiere paz y relajación. El contacto con la pintura, ya sea pintando o admirando las obras, nos sitúa en un estado de deleite y relajación. Este contacto con el arte es beneficioso para la salud mental, permitiendo alejarse de las preocupaciones y el estrés cotidianos. Por eso vale la pena dedicar tiempo a descubrir la belleza de la pintura y a encontrar en ella alegría y alivio.

Este es uno de los métodos para elevar tus vibraciones hacia la alegría y la felicidad.

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Barbara Jasiulis-Gołdyn

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